En un ático en pleno corazón de gracia vivía un cuarentón llamado Félix Grau, de profesión periodista. Se trataba de un hombre de agudo intelecto y apariencia nerviosa, mirada astuta y lengua mordaz. Su escuálida figura, su media melena hirsuta y sus manos pajariles le conferían un aire huidizo e intranquilo; sin embargo, detrás de sus ojos claros se agazapaba una mente segura y brillante. Escribía con regularidad en un periódico importante y publicaba frecuentes colaboraciones en revistas y periódicos de ámbito local. Su manera de exponer los hechos de manera precisa y transparente, combinada con su esperpéntico enfoque de la realidad le había hecho ganarse el respeto de compañeros y editores.
Si bien su talento para las letras era más que notable, su fama de neurótico también le había ayudado a ganarse cierta popularidad dentro del gremio. Solía frecuentar los círculos literarios e intelectuales, a los que aportaba su particular visión de las cosas más corrientes de la vida, pequeñas sutilezas que pasaban inadvertidas por todos salvo por su afilada perspicacia. La vida de Grau residía en torno a esas tertulias barcelonesas, en las que se sentía como en casa. Café en mano y sin perder jamás su sonrisa de chacal, discutía, rebatía, y vociferaba como un loco hasta que lograba atraer la atención de todo el local. A causa de su desparpajo y su endémica rebeldía se había ganado gran número de detractores que lo tachaban, cuanto menos, de ridículo chiflado y mediocre escritor. Lejos de sentirse ofendido, todo ello a Félix Grau le estimulaba, y punzado por una ávida sed de picardía arremetía contra su oponente con su peculiar dialéctica.
¿Quién és Fèlix Grau? Veo en él bastante de Lambert... però tal vez me equivoco.
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